Por Marco Vigna
Imagen sacada de la página web http://www.evemuseografia.com
La constante búsqueda del interés del visitante, es uno de los elementos que une tanto a los grandes museos como a los pequeños centros expositivos. En efecto, no es fácil captar su atención; son numerosas las distracciones que pueden apartar la mirada de una obra, sobre todo entre los no expertos de arte.
Esto, es quizás, uno de los retos más comunes y buscado en las instituciones culturales, pero también de los más complejos. La medición de esta variable cualitativa, es decir el interés, es un dilema que involucró a varios museólogos y museógrafos del siglo pasado.
Una primera aproximación al tema, como subraya Alessandro Bollo (cofundador de la fundación Fitzcarraldo), la tuvo Benjamin Gillman, quien estudió con su cámara de fotos las posturas de los visitantes y su relación con las obras del Fine Arts Museum de Boston, detectando como la atención del visitante medio disminuía al aumentar el tiempo del recorrido dentro del museo (museum fatigue).[1] De hecho, factores tales como: tiempo, intereses personales y lógicas expositivas, son elementos que modifican y vinculan considerablemente la experiencia en un centro expositivo. La pregunta surge por tanto espontanea:
«¿Se pueden evaluar tales variantes?», y en caso afirmativo, «¿Existe una relación directa entre éstas y el número total de los visitantes?»

Imagen del podio de entrada del MNAC
Los trabajos llevados a cabo por Edward Robinson, Robert Melton, Otto Neurath y Benjamín Gillman, que se basan principalmente en un «análisis observador» del visitante, permiten dar las primeras respuestas. En efecto, por medio de dicho análisis, que observa los movimientos de los usuarios y sus accionesen el museo, se comienza a codificar y medir el tiempo de permanencia y de interpretación de los visitantes delante de una obra, junto a la definición del recorrido de visita que realizan.
En la práctica, el estudio, conlleva una parte subjetiva, que viene del hecho de que el investigador analiza a distancia al visitante, anotándose las distintas acciones que realiza; por tanto en el acto de la elaboración, los datos deben ser convertidos en caracteres totalmente medibles.
Para garantizar la medición, explican Alessandro Bollo y Luca Dal Pozzolo, se aplican indicadores que utilizan las variables: tiempo, espacio y números de visitantes, como el Attraction power, el Holding power, el Tiempo de fruición, el Sweep Rate Index (SRI) y el Diligent Visitor Index (DVI).[2]
Al respecto, se debe subrayar como estos datos dan únicamente informaciones cuantitativas y «físicas» sobre la visita (es decir la duración y el recorrido efectuado), dejando de lado los aspectos más profundos como la comprensión y el aprendizaje por parte del usuario. Estos, son de más difícil codificación y piden un esfuerzo mayor de personal y de recursos. En tal sentido, las nuevas tecnologías puestas a disposición de los museos, permiten acceder de forma rápida e intuitiva a dichos datos y hallar nuevos, a costes muy competitivos.

Sistema iBeacons, http://nextsw.it
Entre éstas, se incluyen los iBeacons, una tecnología de bajo consumo, en la que sensores de potencia vía Bluetooth se incorporan a objetos físicos detectando la presencia activa de los visitantes y su colocación en el espacio, además de darle acceso a nuevos contenidos.[3] Este recurso, da la posibilidad a las entidades culturales de hacer más «experiencial» la visita y de tener información adicional sobre los visitors.
En efecto, dicha tecnología, por un lado detecta el interés del usuario (analizando los contenidos visualizados) y por el otro, permite destacar las salas y las obras sobre las que se detiene más.
Google Glass Human Emotion, http://mostepicstuff.com
Esta tecnología, no es la única que aporta datos útiles. El reconocimiento facial, por ejemplo, es la otra herramienta que se está desarrollando en los museos europeos y que permite conocer (por medio de una micro-cámara colocada encima de un objeto) las reacciones, los gustos e incluso las emociones de los visitantes. Notables son los Google Glass integrados con la app «Detector Shore»,[4] que reconoce e interpreta las expresiones básicas de las personas, dando además indicaciones sobre la edad, el sexo y los intereses.
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Pulsera Lightwave, http://www.comunicacion-cultural.com
Otro medio destacable, es lo que se suele llamar wearebles o tecnología ponible, es decir aquellos objetos tecnológicos que las personan llevan encima, como los relojes y la ropa inteligente. Entre éstos, se encuentra la pulsera Lightwave,[5] que da diversa información sobre la audiencia, la temperatura y los movimientos de los espectadores de una obra de teatro, pero que puede ser utilizada para prácticas similares en los museos.
En definitiva, con este breve artículo, se intenta por un lado presentar las nuevas herramientas para el estudio del público en las entidades culturales, y por el otro, cuestionarse sobre la tecnología como medio imprescindible para esta tarea.
En efecto, si hasta hoy el «análisis observante» parecía ser uno de los más fiables métodos para detectar la relación entre: visitantes, obras y museo, en la actualidad, las nuevas tecnologías ofrecen un mayor abanico de posibilidades, que además de obtener los datos en tiempo real, los interpretan y los comparten.
Con respecto a la repartición, a menudo se realiza exclusivamente entre los departamentos de la entidad museística y de hecho son muy pocos los museos que los hacen público. Por tanto, no se aprovecha enteramente el potencial de los nuevos recursos y es más, se limita su difusión.
La puesta en común de los big data, en efecto, daría un perfil más completo y exhaustivo de los visitantes y permitiría, al mismo tiempo, definir nuevas estratégicas de marketing según sus gustos y capacidades. Asimismo, fomentaría la recíproca promoción de las instituciones implicadas, ya que éstas podrían difundir mutuamente, por medio de las nuevas tecnologías, los eventos y las iniciativas que organizan.
Las museums apps y los dispositivos inteligentes del futuro, de hecho, cruzarán de forma automática los datos de las diferentes entidades culturales y podrán fomentar, por ejemplo, la visita a otras exposiciones similares a aquella visitada o que reflejan los intereses del usuario, ubicadas tanto en la misma ciudad como en otro lugar más lejano.
Notas:
[1] A. Bollo, L’osservazione nei Visitor Studies a livello internazionale. Uno sguardo lungo un secolo, en «Revista Fizz», 2010, p. 1.
[2] L. Dal Pozzolo, A. Bollo, L’analisi del comportamento del visitatore all’interno del museo: uno studio empirico, en «Revista Fizz», 2006, p. 3.
[3] VV. AA., Anuario AC/E 2015 de Cultura Digital, Acción Cultural Española, 2015, p. 256-257.
[4] Ibidem, p. 265.
[5] VV. AA., Una pulsera para conocer las experiencias del público, en http://www.comunicacion-cultural.com/2014/10/27/una-pulsera-para-conocer-las-experiencias-del-publico/?utm_content=bufferb83b4&utm_medium=social&utm_source=plus.google.com&utm_campaign=buffer